Si quieres amor, no te escondas de ti mismo. Joan Garriga

De una manera o de otra, la vida me está trayendo lecturas que me reconfortan, conversaciones con personas que creía totalmente diferentes a mí, o personas que me eran tan ajenas, tan distantes y resulta que en este momento llegan como abejas a la miel a darme cariño, paz, amor y bienestar.
Me están acompañando con respeto, con honestidad y me doy cuenta que antes estaba equivocada, cometí error tras error y debo verlo como un aprendizaje y no permitir que suceda de nuevo.
Sin embargo, me siento avergonzada de mí, y debo lidiar con eso, y estás personas de luz y amor, me hacen sentir que se vale reconocer que permití el abuso porque creí y confíe, porque yo misma me engañé, pero ahora soy libre y Dios bueno me ayuda a crecer, a sonreír, a estar bien.
Me sorprende la paz que me regalan y que me ayudan a sentir, me siento plena y tranquila, sé que merezco todo el amor, toda la alegría, todas las bendiciones, merezco mis proyectos, mis sueños, mis anhelos de corazón.
Merezco porque soy una buena persona, una gran mujer, una fabulosa pareja, una compañera de equipo, porque me entrego y doy amor bonito, porque mi alma es bonita, porque mi corazón se brinda entero, y sé que la vida con sus giros y vueltas, me devolverá lo que voy sembrando y yo me siento tranquila porque sembré amor, yo sí supe amar, yo sí fui honesta conmigo y con los demás. 
No soy perfecta, pero pongo en una balanza y valgo las alegrías, valgo oro, diamantes, valgo la vida entera y yo me reconozco y me amo un montón.
Eso me pone contenta, además hay unos ojos que me miran bella, deseable, unas manos que tiemblan cuando me acarician y una sonrisa nerviosa que denota un deseo sexual arrebatado, porque mi ser le quema las entrañas y yo siento que merezco su romance, su cortesía, su caballerosidad, su galanura, su porte y su inteligencia. Eso bonito se llama gozo, y es hermoso sentir que alguien se siente afortunado de que te tenga, y yo me siento dichosa de que me haya hecho vivir algo que jamás había vivido, nunca me habían hecho sentir así el alma y la piel, y el orgasmo no solo taladra mi cuerpo, mi piel sino que es un eco que me llena la mente y mi ser completo agradece la vida y el placer.
Jamás pensé que alguien me hiciera sentir tanto, y yo siempre daré las gracias porque con su pasión me llena de luz, me devuelve la fe.
No tengo preguntas, ni respuestas, solo estoy fluyendo, solo quiero sentir y observar lo que mi ser provoca, lo que soy en los ojos correctos. Qué bonito es, el buen trato, la honestidad y la responsabilidad afectiva de ambos lados.
Dios hace milagros, no tengo la menor duda.
Y los instantes que nos hemos dado, serán siempre tesoros en mi memoria, ¿Quién diría que conocería esta manera de sentir a los casi 40 años?
Vivir y no exigir, vivir y sentir, solo sentir que eres, que tienes, que mereces, que provocas, que generas, que eres luz, llama, fuego, pasión, que todo el universo se esconde entre los besos y el sexo en una habitación.
Disfruten cada segundo, donde estén y con quién estén. Y echen ojito al siguiente texto, si están leyéndolo seguro es el sincrodestino.
Cuídense y amen un chingo, pero que siempre el primer amor sean ustedes mismos.
Saludos desde este rincón del planeta.

Foto propia.


Rilke escribe: «Ten paciencia con todo lo que sigue sin resolverse en tu corazón». Es maravilloso, porque nos propone una actitud paciente, confiada, se diría que incluso piadosa. Todos tenemos asuntos sin resolver: una separación pendiente, algo con la madre, algo con un hijo, algo respecto a nosotros mismos que nos aprieta, alguna culpa, un diagnóstico reciente, un duelo. Si nos escuchamos atentamente, salta de inmediato y de forma natural lo que debe ser abordado como siguiente paso en nuestro camino. Y continúa Rilke:
Ten paciencia con todo lo que sigue sin resolverse en tu corazón, pero intenta amar la pregunta por sí misma, como si fuera una habitación cerrada o un libro escrito en una lengua extranjera. No intentes buscar las respuestas que no estés preparado para vivir, pues la clave es vivirlo todo. Ama la pregunta, vive en ella y entonces, quizá, lenta, gradualmente, algún día lejano, llegues a la respuesta.

¿Cuántas habitaciones de nuestro palacio interior o de nuestra casa familiar tienen que ser exploradas y habitadas todavía? ¿Cuántas frases en lenguajes extraños necesitamos comprender de nosotros mismos? ¿Cuántos esbozos de sensaciones intuidas en nuestro cuerpo y en las alquimias de nuestro inconsciente deben convertirse en una lengua inteligible, aflorar de la cripta y pasar a nuestra atención y conciencia? Seamos misericordiosos con nosotros mismos y con los retos que interminablemente nos visitan. Tengámonos paciencia y amemos las preguntas. Sin prisas. Las respuestas llegarán a su debido tiempo si perseveramos en la pregunta y permitimos que fermenten en su propio caldo. Si no las escondemos ni nos escondemos. Como decía Rumi: «Si quieres la luna, no te escondas de la noche. Si quieres una rosa, no huyas de las espinas. Si quieres amor, no te escondas de ti mismo».

Autor: Joan Garriga