Hoy me siento mucho más tranquila, más serena y en paz.
Me doy cuenta que aunque siento triste el corazón, la vida sigue igual.
Nada se ha modificado ni movido, estoy haciendo las mismas cosas,
la vida transcurre con el mismo ritmo, nada se volvió caótico o sin sentido,
yo sigo con muchos pendientes y tareas propias de mi trabajo,
de la maestría y de mis clases de universidad.
Todo sigue girando, el tiempo sigue andando
y yo sigo aquí, eso me hace pensar que a mi guapo,
seguro le pasa igual.
Somos dos figuras virtuales, que no existen en realidad.
No estoy en su mundo, no le acompaño en nada.
No tenemos ninguna necesidad del uno ni del otro,
y aunque digan que eso es lo ideal, de cierta manera
me pone a pensar que nada nos une, y todo nos puede separar.
Esto es lo triste de un amor virtual, que cuando desaparece de whatsApp,
es como si desaparecieras del mundo, y es como si tu presencia
nunca se hubiera hecho realidad, los recuerdos de hace más de un año,
poco a poco se van haciendo lejanos, y no tenemos más memorias.
Es casi un hecho, que tampoco nos podríamos ver en julio,
y de aquí a diciembre ya serían dos años,
¿Quién aguanta tanto? Nadie que sea lógico y objetivo,
nadie que tenga los pies en la tierra y el corazón acorazado.
En fin, hoy hablé con mi madre y me ayudó mirar
lo que es la realidad, ella siempre había sido neutral pero ahora
me dio su opinión, me hizo pensar y me hizo darme cuenta
que tengo un porvenir que mirar, una vida que vivir,
y no debo sentirme mal, ni triste, debo estar agradecida
porque pude amar y en su momento él también me amó.
Si ahora la relación se acabó, es porque así debe ser.
La hoja del árbol no se mueve sin la voluntad de Dios
y lo que pasó me hizo crecer y darme cuenta que yo sé querer bonito,
que sigo siendo muy cursi, muy detallista, muy romántica
y melosa, y ahora veo claramente que yo deseo que me mimen,
que me den la seguridad de un compromiso,
que alguien desee casarse conmigo y que hagamos vida juntos,
una familia bella pero antes unos viajes que me hagan soñar
viendo el cielo y las estrellas,
y quiero comer en mercados, y caminar en pueblitos,
y hacerle hot cakes a un hombre que me ame
sin que racionalice y dosifique su amor para conmigo.
Un hombre que no tenga miedo de volverse loco de amor.
Un hombre que no tenga miedo a las relaciones formales,
a hablar de compromisos, que sea claro en que su motivo de estar conmigo
es que me quiere en su vida, aunque yo sea tonta e inmadura,
aunque yo no sea racional ni objetiva,
aunque haga berrinches y llore,
porque tendré cosas buenas también,
eso me que hace única y especial,
algo bello de mí y en mí verá.
Porque valgo mucho, y merezco todo el amor del mundo.
De igual manera mi guapo, es un buen hombre,
solo que estamos lejos de querer lo mismo,
lejos físicamente y ahora lejos emocionalmente.
Distancias que rompen la comunicación,
que rompen el amor, y yo le deseo siempre que sea feliz
y si ya encontró a alguien más, que Dios le colme
y sea ella la que le haga sentir el paraíso en la tierra
y le ponga sonrisas en sus bellos ojitos.
Yo le guardaré en un cajoncito de buenas memorias.
Me siento agradecida de que coincidimos en la vida un ratito,
no debí nunca esperar milagros ni deseos de imposibles,
pero soy muy soñadora, muy terca en el cocorito,
y me siento, aún muy enamorada
de lo que fui cuando estaba con él.
En fin, ahora puedo verlo sin sentirme agobiada
no hay culpables, no tengo reproches.
Estamos en una paz maravillosa y deseo
que seamos felices, muy felices.
Nos lo merecemos y estoy segura que de una u otra manera así será.
Atentamente:
Patricia Adriana Hernández