La espalda de una mujer. Antonia Storace.

Siempre he creído que la sensualidad es un estado constante, que somos todos sensuales si nos permitimos sentir y percibir con los sentidos, todos aquellos detalles que a menudo pasan desapercibidos. Me encantó este poema porque habla justo de eso, de la sencillez que provoca la espalda, y en esa simpleza está la belleza, la caricia que se prolonga desde la mirada hasta el beso que sube o baja, que se enreda entre el cabello, los lunares, las pecas.
He gozado cada letra y con gusto les comparto. El poema está traducido del italiano y si gustan leerlo en el idioma original les recomiendo que visiten la página de Facebook: Anais. Es estupenda, cultural interesante, provocadora intelectual y artísticamente. 

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(Amedeo Modigliani, desnudo de espalda, 1917).

La espalda de una mujer es para entendidos.
Amar la boca, los ojos, las caderas firmes, se hace rápido.
Es un hecho pequeño.
La espalda no, la espalda es otra cosa.
Es un privilegio de confianza.
Es la sensualidad que da la espalda al mundo y mira hacia adelante.
La espalda es femenina, y cuando se gira
lo hace porque no teme el engaño.
Es audaz, altiva.
Tiene una vía única que corre en el centro.
Un surco a lo largo del cual caen, de arriba hacia abajo, las puñaladas que no ha sabido evitar, las caricias líquidas de ciertas manos hermosas.
La espalda no retiene, la fuerza de gravedad se lo impide.
La espalda sabe cómo dejarlo ir.
Es un bateador libre, el punto más salvaje de una mujer.
Escalarla con la boca, tenerla firme con las manos,
Acercarnos en un abrazo, es un golpe de suerte.
Pero algunas personas no lo saben, por eso la descuidan.
La espalda de una mujer es su fuerza, su más antiguo fallo.
Se arquea cuando ama, está recta cuando debe, ahí los besos
son más bonitos, los arañazos duelen más.
Para entender a una mujer, basta con leer su espalda.
Curva o tendida, suave o nerviosa.
Si se deja llevar, significa que confía.
Si se da la vuelta es por qué no vuelve.

Autora: Antonia Storace.